Cómo no, en la sala común de Gryffindor las chicas no paraban de hablar del elegido: Harry Potter. Está bien, era guapo. Y simpático. Pero aun así... ¿no se daban cuenta de que no tenían ninguna posibilidad? Estaba segura de que él no podía pensar en chicas teniendo al Señor Tenebroso enganchado a su culo.
Al no poder hacer los deberes, fui a la biblioteca y me senté para empezar un trabajo de Defensa contra las Artes Oscuras que nos había mandado Snape y que quería hacer bien porque sabía de buena tinta que odiaba a los Gryffindors y siempre favorecía a las serpientes de Slytherin. Me senté y saqué tinta y pergamino.