Me senté en la orilla del lago, con un libro entre las manos... cosa rara en mi. Bueno, no tan rara, ya que era un libro de artes oscuras, mi materia favorita. Mi casa estaba llena de ese tipo de libros, de los cuales había aprendido todo lo que se, tanto como para atacar y como para defender.
Quería probar al menos uno de estos hechizos, pero no lo haría, no aquí, cualquiera que estuviera en el castillo me vería y reconocería. No era conveniente, menos a esta hora.
Seguí leyendo como desarrollar las llamadas "Maldiciones Imperdonables"... Cruciatus... Imperio... pero el mas peligroso y el que mas me llamaba la atención, por su complejidad y resultados, era el llamado "Avada Kedavra". En el libro no se hablaba mucho de él, ya que el Cruciatus y el Avada eran los peores.
Hice una mueca ante los recuerdos de aquellos que habían muerto por causa de una Avada Kedavra... Conocía a muchos...
Estaba tan absorta en mis pensamientos que ni siquiera había notado que no estaba sola. Escuché el ruido de una rama romperse bajo la suela de alguien, me giré rápido, apretando la varita en mi mano izquierda. Noté que la que estaba allí era Mónica Diggory, la chica de Hufflepuff...